Un Festival que encontró otras formas de ser radical
La redacción
Este 3 de septiembre,
jóvenes de distintas colectivas se unieron a la colectiva Nahualli Socialli, para celebrar la Segunda edición del “Festival por la Dignidad de la Vida”,
que le apostó a la economía solidaria, a la reconstrucción del tejido social
urbano, y a denunciar las violencias constantes que vivimos las personas
jóvenes, mujeres y estudiantes, de la Ciudad de México y del Estado de México.
El evento se realizó entre el “Espejo
de agua” y la Rectoría universitaria, en la conmemoración del primer
aniversario del ataque porril en donde:
"nos emboscaron con la intención de matarnos, con la aquiescencia de quienes toman decisiones al interior de nuestra universidad."
Sin embargo, el evento buscó que
a través de, las expresiones artísticas, tales como conciertos, lecturas de
poesía, talleres de autodefensa para mujeres, e interrupción del embarazo, pudiéramos
relacionarnos amorosamente con las personas que estaban a un costado nuestro. Reconocernos
en rostros iguales a los nuestros.
Mientras las y los compañeros
intercambiaban productos dentro del marco de una economía solidaria, pudimos
escuchar distintas expresiones de resistencia de compas que habitan y
sobreviven dentro de esta ciudad-monstruo.
Contamos con la participación de
distintas víctimas de violencia, y de defensa de derechos humanos, asistió
Lourdes Mejía, miembro de la “Coordinación de familiares de estudiantes víctimas
de violencia” madre de nuestro compañero Carlos Sinuhé asesinado
extrajudicialmente, así como Víctor Caballero del “Colectivo Aequus”, además de Karl De Negri, víctima del ataque porril del 3 de septiembre.
Quienes nos
narraron y nos motivaron a continuar exigiendo justicia, verdad y cese a la
impunidad de los actos de violencia que vivimos a diario.
Se logró generar una relación
entre el espacio que habitamos y la gente que asistió al Festival, en donde
demostramos que a pesar de las rejas, las cámaras y el constante acoso de
patrullas de Auxilio UNAM, podíamos convivir armoniosamente, pues logramos
construir una red de acompañamiento y solidaridad entre las más de mil personas
que transitaron por el Festival.
Si bien, hubo intentos de amedrentación
por parte de personas ajenas al evento, entre distintas personas logramos
repeler la agresión de una mujer que amenazó a una compañera para después
intentar golpear a otros. Y mientras este contratiempo sucedía, nos arrancaron
el sonido para silenciar nuestras denuncias.
Empero, eso no fue suficiente
para que se dejara de Festejar la Dignidad de la Vida, pues distintas personas
que se habían acercado a tratar de repeler la agresión, en una clara muestra de
solidaridad hacia las compañeras, pusieron
su cuerpo para evitar que nos violentaran más.
A pesar de estas agresiones, no se cayó en provocaciones y demostraron la empatía hacia todas las formas de
expresión, que saludaron desde el corazón, pues tuvimos la oportunidad de
observar de cerca la movilización juvenil realizada por estudiantes de CCH
Azcapotzalco para mantener viva la memoria de la vil emboscada porril el año
pasado, con la consigna: Fuera porros de la UNAM.
Lograron repeler los cantos de
sirenas que jóvenes entonaban mientras ponían de pie letras que podrían haberse
traducido en comedores subsidiados, o en becas estudiantiles. Y se exigió la no
criminalización de todas las formas de exigencia, puesto que es indignante que
haya letras gigantes costando 200 mil pesos, cuando no hay siquiera papel de
baño en las instalaciones de varias Facultades.
Finalizamos con un repertorio musical que nos recordaba que a las violencias que todo el tiempo nos atraviesan se les resiste siempre en compañía de la gente que nos rodea y nos procura.
Así pues, a las 6 de la tarde, concluyó el Festival que festejó a todas esas personas que buscan tener y mantener
una vida digna, porque "seguiremos impulsando este espacio junto a todas las
personas que apuestan a un mundo distinto."
Como diría Estela Hernández: ¡Hasta que la
dignidad se haga costumbre!
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