Sinaloa: narco vs estado


Karl De Negri
Tw: @DeNegriK

El jueves 17 de octubre de este año se registraron enfrentamientos cruentos en Culiacán, Sinaloa. Después de la aprehensión de Ovidio Guzmán López, hijo de “El Chapo” Guzmán, se desplegaron las fuerzas del narcotráfico a lo largo de toda la ciudad, buscando la liberación del aprehendido.

    Decenas de autos, camionetas convertidas en tanquetas, y civiles dispuestos a morir para recuperar al “Hijo del Chapo”.

Aspectos de la balacera en Culiacán, Sinaloa. (Reuters)
televisa.news
    A pesar de que se creía que el cártel de Sinaloa estaba en su peor momento, demostró el músculo y poderío armamentístico frente a las endebles capacidades militares, policiacas y de la Guardia Nacional.

    Si bien, esto demuestra que las labores de inteligencia por parte de los servidores públicos para capturar personas con ese nivel de poder, son prácticamente de juego, también abre la puerta para pensar si no es que la información de inteligencia (ya de por sí blandengue) se filtra como el agua a través de personas que cobran doble nómina.

    Sin embargo, en este análisis no prima ese tema, puesto que de por sí nos muestra que las labores que se han hecho en relación al narcotráfico como problema, han sido incapaces de contener la violencia que cada día se hace más cruda en este país.

    Primero, porque se mencionó que Ovidio Guzmán tenía orden de extradición, demostrando que el gobierno sigue haciendo operaciones de limpieza para el gobierno de las barras y las estrellas. 

"El presidente Andrés Manuel López Obrador reveló que el operativo para detener a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, fue para cumplimentar una orden de aprehensión provisional con fines de extradición." Milenio.com
    
     Segundo, porque no se está analizando la razón real de cómo se logró que prácticamente un Estado completo esté relacionado con las empresas del narcotráfico. Por parte del gobierno, porque desde las organizaciones sociales, y colectivos siempre se ha sabido que las condiciones estructurales de este país permiten que arriesgar la vida para una empresa ilícita sea el pan de cada día para muchas familias mexicanas, en específico, hombres.


     Si bien, seguramente habrá quienes hablen desde el cajón de la moralidad, diciendo que hay más gente que aún con hambre no se mete a los negocios ilícitos, deja claro que su visión no va más allá de sus narices.

    En México el negocio del narcotráfico es tan fructífero que permite que miles de familias se sostengan de un negocio tan cruel como Wal-Mart en la Sierra Norte de Puebla. El mayor detalle es que al igual que con la llegada de las mega-empresas, el narcotráfico encontró un caldo de cultivo necesario para su reproducción.

    Pobreza, deseos de pertenencia y reafirmar la virilidad masculina, son los factores necesarios para que el narcotráfico hoy, sean empresas de la que se sirve prácticamente todo el pueblo mexicano, a diferentes escalas, con mínimas ganancias económicas, pero sí ganando muertes y violencia.

    Lo que trato de mencionar pues, es la responsabilidad del gobierno mexicano, no sólo del actual, sino de todos los anteriores, que a través de la influencia del vecino abusivo del norte, permitieron que la necesidad del “pueblo pobre” virara hacia este negocio para sobrevivir. Sin embargo, no porque no se pueda sobrevivir de otra forma, sino porque como hombres nos han enseñado a ser proveedores, si no, qué clase de hombres somos.

    De esta manera, tenemos un problema multifactorial que se aborda desde las cúpulas del gobierno deshumanizando a esa gente que ha aprendido a jalar gatillos porque habrá que sobrevivir de cualquier manera. Y porque no se les presentan otras formas.

idic.mx
    Porque las empresas que conocemos, esas que dicen ser legales, no otorgan los sueldos suficientes como para que la gente que se involucra en el negocio del narcotráfico deseé cambiar de rubro. Mucho menos, con las risorias becas “Jóvenes construyendo el futuro”, un futuro de por sí ya cercenado.

    Y después de lograr un sueldo “digno”, nadie quiere soltarlo. Así es el narcotráfico. Nadie quiere perder lo logrado.

    La apuesta tendría que ser permitirnos vivir con sueldos dignos, con trabajos que no nos pidan morir por ellos, que las compañeras no sean territorios de disputa. Que toda la gente pueda acceder a las mismas oportunidades sin juicios morales, sin falsos discursos de autoemprendimiento, ni esas cosas de “son pobres porque quieren”.

    Nadie quiere ser pobre, nadie quiere tener las tripas vacías, nadie quiere ver a su familia hambriada. Y sin embargo, es un negocio tan limpio para el gobierno. Porque la gente en esa situación tiene pocas opciones, se meten al ejército, para morir por una nación que no les prestó atención, o meterse en el narcotráfico, porque da de comer. Y así, la gente sigue necesitando que los militares y los policías maten narcotraficantes. Gente con hambre, matando a gente con hambre.

Resultado de imagen para el pobre es pobre porque quiere

    Con el fin de que estos apuntes no se alarguen tanto, lanzaré la última apuesta para que el país que nos aloja mismo que sus dirigentes regalan en bandeja de plata a empresas extranjeras y a gobiernos del norte, porque ganan una buena billeteada de ellos.

    Si el narcotráfico se constituyera como una cooperativa, en donde todas y todos tuvieran sueldos en relación con sus horas de trabajo, sin tener que matarse, ni dividirse territorios, sin tener que consumir el producto, en México, ya habríamos acabado con el hambre, con la violencia, con los feminicidios.

    Pues, como dirían los padres del capitalismo, hay que satisfacer las demandas del mercado, si la quieren, la tienen, pero a nosotros, paisanos todas y todos, no tenemos que pagar las bajas, ni mucho menos los daños colaterales.

   El dinero obtenido podría destinarse hacia escuelas, universidades, a pagos de maestros, a desarrollo tecnológico que beneficiara a toda la población. En investigación sobre masculinidades, sobre temas de violencia.

    Podríamos impulsar el campo, podríamos vivir dignamente. Pero seguramente, hoy las fuerzas más conservadoras de este país desearán que las cárceles se plaguen de hombres muy hombres que quisieron ser más hombres, y se pudran en ellas. Porque claro, “siempre han servido”.

Pues, al narcotráfico le hace falta conciencia de clase. Y ni qué decir al gobierno mexicano.

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