"Ya no estoy aquí": El otro cine mexicano

Miguel Ángel Escobar





Este 27 de mayo se estrenó en Netflix Ya no estoy aquí, la segunda película del director Fernando Frías de la Parra, quien en 2012 dirigió su ópera prima Rezetas.

     Ha causado mucho revuelo en la audiencia esta película, a propósito de los temas que toca y de quienes habla, en ese sentido me parece interesante de analizar, pues podemos ver en la pantalla un protagonista que rompe con el canon de lo que estamos acostumbrados en el cine nacional más taquillero desde 2013, que se lanzó Nosotros los Nobles, y, teniendo como antecesor más inmediato, Cindy la Regia, de este año.


Fotografía tomada de la película "Ya no estoy aquí"


     Ulises (interpretado por Juan Daniel García), integrante de una pandilla inmersa dentro de la cultura Kolombia, nos muestra la otra cara de Monterrey que tanto se ha querido ignorar, y nos invita a conocer a los regiomontanos periféricos y sus formas de vida a partir de la música, en este caso, de las cumbias rebajadas.

     La pasión por la música es el eje rector que Frías utiliza para desarrollar esta historia, pues es a partir de la música que se nos adentra en el sentido de pertenencia de los Terkos, la pandilla de Ulises, y vislumbramos una realidad que ha sido constantemente invisibilizada por los habitantes del otro Monterrey, del Monterrey acaudalado e industrial lleno de rascacielos de cristal como símbolo del poder adquisitivo.

  La película me parece rica y arriesgada, no sólo por lo ya mencionado, sino que además porque está narrada desde un diferente punto de mira al convencional. La película no
busca enaltecer la cultura Kolombia sobre otras, ni la precariedad de la periferia de Monterrey, al contrario; lo que hace es mostrarnos, dentro de los límites de la ficción cinematográfica, una realidad en su justa medida. Se nos presenta tanto el jolgorio típico de los tumbados, es decir, de los miembros de las diferentes pandillas de la región; como las diferentes problemáticas que tienen a raíz de la precarización, como la delincuencia, la ruptura del tejido familiar, la violencia de la llamada Guerra contra el narco de Felipe Calderón durante su sexenio, entre otras.

     Pero este texto no pretende ser un análisis sociocultural de los aspectos raciales y de clase que se presentan en la película, ni de los que se han manifestado en diferentes sectores de la sociedad a partir de su estreno en la plataforma de streaming. Para eso ya hay diferentes textos con análisis interesantísimos que los abordan. No obstante, me pareció indispensable iniciar mencionando puntos clave de la sociedad y los personajes que se retratan en la película para plantear la siguiente pregunta: ¿Por qué nos sorprende tanto que el protagonista de una película mexicana no sea blanco, de clase media y que no viva en Polanco o la Roma?

  Parece ser que el alto costo monetario de hacer cine en México, permite que las historias que se cuentan, sean desde una clase social con cierto nivel económico capaz de costearlo y, por ende, estemos tan acostumbrados a este tipo de películas, a pesar de que la mayoría de la población no pertenecemos a esta clase social. Mucho he escuchado y leído sobre como la falta de creatividad, de profundidad de los temas y de las técnicas de hacer cine en México, lo ha estancado, que ahora sólo se hacen comedias románticas simplonas. Pero no estoy completamente de acuerdo. Y no estoy de acuerdo porque es precisamente Ya no estoy aquí la muestra de que en México se hace también otro tipo de cine y, además, de buena calidad narrativa y técnica.

   Esta película nos llegó este 2020 a través de una de las principales plataformas de streaming en Latinoamérica, sin embargo, su estreno fue el año pasado, y no se había escuchado ni publicitado de manera masiva, sino hasta que Netflix la adquirió para su catálogo de este año.



Fotografía tomada de la película "Ya no estoy aquí"


     Curiosamente, según el Anuario estadístico de cine mexicano de 2019, se produjeron en el país 216 largometrajes, de los cuales, el 40% fueron financiadas con dinero público, pero a pesar de ello, el cine nacional parece no tener un impacto real, por ejemplo, Olimpia, de José Manuel Craviotto (que corresponde al pequeñísimo 1% de cine mexicano animado) tuvo 19 mil espectadores, y, Aversión, de Rafael Piñero, que tuvo tan solo 19 espectadores. Fracaso total si pensamos que en promedio cada película representa una inversión de 17 millones de pesos, y que Aversión sólo recaudó en taquillas mil quinientos veintisiete pesos.

  Parece paradójico que los mexicanos no veamos cine nacional, dado que, según las estadísticas, ha habido un incremento en las producciones por año. De las películas financiadas por el Estado mexicano, pasamos de 17 en el año 2000, a 115 en 2019, entonces ¿será que no nos gusta consumir cine mexicano? Pues no precisamente, porque #LadyRancho, de Rafael Montero, es la película mexicana con más visualizaciones en sitios ilegales de películas.

  Más bien parece ser un problema que va más allá, en primer lugar, la distribución. Por ejemplo, la icónica Avengers: End Game se proyectó en 7051 pantallas en todo el país, logrando así llegar a 24 millones de espectadores. Nada mal si pensamos que en México contamos a lo largo del país con 7493 pantallas, lo que significa que la película final de
la saga de Marvel, se proyectó en casi todas ellas, mientras que el 45% de las películas mexicanas se exhibieron únicamente en 10. Además, de todos los estrenos, alrededor del 30% contó con una actividad publicitaria.

     Eso sin mencionar la centralización de la débil industria, pues el 42% de las producciones fueron hechas en la Ciudad de México, mientras que en estados como Tabasco o Tlaxcala se hicieron el 0.5% respectivamente, o peor aún, Campeche, donde no se realizó ni una sola película. Sin olvidar, por supuesto, las condiciones del país; pues la distancia parece ser un factor importante dentro del análisis, ya que no todas las regiones del país tienen cerca alguna sala de cine, lo que hace que en muchas partes, para poder ver películas, deban recorrer grandes distancias, lo que casi siempre implica un gasto monetario mayor; lo que nos lleva a considerar la pobreza, en los estados del sureste el acceso al cine es casi utópico, porque la marginalidad hace que el cine sea un lujo; asimismo, la violencia de estados como Guerrero provoca que las familias prefieran no salir al cine para mantenerse a salvo en sus casas.

   Por lo tanto, el Estado que se encarga de financiar tantas películas, tiene el deber de distribuir equitativamente las producciones a lo largo del país para que así no pasen desapercibidas y consigan un impacto tangible en la audiencia, pues, aunque existen lugares como la Cineteca Nacional, parece no ser suficiente, porque se vuelve al mismo punto de la centralización. Y no sólo eso, sino que también debe garantizar las condiciones sociales optimas para que los ciudadanos de la República, podamos salir de nuestras casas a ver cine nacional de calidad, ya sea de ficción o documental, porque, aunque Ya no estoy aquí resultó aparentemente un impacto mediático, fue gracias a Netflix que la pudimos tener a gran escala en el país, pero con la limitante de que no todos los mexicanos tenemos acceso a internet, es entonces un impacto relativo.



Fotografía tomada de la película "Ya no estoy aquí"


   Es por eso que me parece bárbaro que algunos legisladores hayan presentado, hace poco tiempo, una iniciativa para desaparecer el FIDECINE (Fondo de Inversión y Estimulo al Cine), como si hacer cine en México no tuviera importancia, como si la cultura fuera algo de lo que se puede prescindir. En lugar de estimularlo, expandirlo e intensificarlo para reparar los baches que impiden que el cine sea un gremio con verdadero impacto nacional e incluso internacional.

En ese sentido, aplaudo el posicionamiento de los cineastas Guillermo del ToroAlfonso Cuarón y Alejando González Iñarritu, que, utilizando su peso mediático, defendieron la postura de todo el gremio nacional, que se aponían a la desaparición del FIDECINE. Afortunadamente, la iniciativa no procedió, pero considero el éxito de esta película del cine nacional muy adecuado para que empecemos a hablar y discutir sobre el otro cine mexicano.

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