Un nuevo paradigma educativo no sólo es un anhelo, sino una deuda con la niñez


Este mes que termina, tiene dos fechas importantes para reflexionar en torno al derecho a la educación; el 24 de Enero se conmemoró el Día Internacional de la Educación y el 30 del mismo mes, el Día Escolar por la No Violencia y la Paz.




Ambas fechas conmemorativas ayudan a vislumbrar los avances y los pendientes para enfrentar problemáticas que ponen en contextos de desigualdad a niñas, niños, adolescentes y juventudes para acceder a la educación.

El derecho a la educación, no sólo tiene que ver con asistir a la escuela, sino a la permanencia, pertinencia y calidad, así como, asegurar las condiciones para que niñas, niños, adolescentes y juventudes asistan a la escuela sean seguras, libres de violencia, 
discriminación, que cuenten con su participación activa y por supuesto, que les permita desarrollarse en todo su potencial. A esto se le conoce como, la educación centrada en los derechos de niñas, niños, adolescentes y juventudes.
 



La educación en México ha estado en constantes cambios, uno de los más significativos por su vigencia, es la reciente reforma constitucional al artículo 3ro que se emprendió a inicios de la presente administración pública federal, la cual fue discutida por academia, especialistas, el mismo Sindicato y las y los legisladores. Esta reforma fue polémica y uno de los cambios priorizados por parte del gobierno federal en sus primeros meses de gobierno.

Pero sin duda, el cambio más importante, es el que se derivó con la llegada de la pandemia por la COVID-19 y las medidas de contención para enfrentar este virus. A modo de recuento,  en el mes marzo del 2020 el Sistema Educativo Nacional implementó clases a distancia, aplazando fechas de retorno a clases y sin certeza de cuándo y cómo se retornaría.
 



A tres años, es un hecho, que el cierre temporal de las escuelas, impactó en la conclusión del ciclo escolar 2019 – 2020, 2020 – 2021 y el inicio del nuevo ciclo 2022-2023 (y seguirá impactando en los siguientes ciclos escolares).

De acuerdo al INEGI, en la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación del 2020, de las 33 millones de personas entre los 3 y 29 años inscritos en el ciclo escolar 2019, sólo el 62% concluyó su programa escolar. Entre las causas de no conclusión, identificadas, se señala que: el 28.8% perdió el contacto con su(s) maestra/o(s) o no pudo hacer las tareas, el 22.4% por que alguien de la vivienda se quedó sin trabajo o se redujeron sus ingresos, el 20.2% porque la escuela cerró definitivamente, el 17.7% carecía de computadora, otro dispositivo o de conexión a internet, el 15.4% considera que las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje y el 14.6% mencionaron que el padre, madre o tutor no pudo estar al pendiente de él (ella). (INEGI, 2020).




Por otro lado, en la consulta emprendida por World Vision México, "Nuestra Voz en la Pandemia; el regreso a clases presenciales y la violencia al interior de los hogares" donde más de 70,000 niñas, niños y adolescentes acercaron sus opiniones y preocupaciones, respecto al tema educativo, preguntaron; ¿Por qué creen las niñas, niños y adolescentes dejaron de tomar clases?, 39.60% describieron causas relacionadas con la economía y la pandemia, (“perder el trabajo”, “quedarse sin dinero”, “alguien se enfermó”, “niñas y niños trabajan”) y 15.34% lo asocia a servicios de internet, acceso a medios de comunicación, equipos de cómputo o mencionan otras limitantes tecnológicas para acceder a clases.

Los impactos que ha tenido las clases a distancia en niñas, niños, adolescentes y jóvenes son preocupantes, por un lado, en la calidad del aprendizaje y el acceso a clases a distancia, y, por otra parte, la permanencia y la deserción escolar de niñas, niños y adolescentes, entre un ciclo escolar y otro, así como el impacto que esto tiene en otros rubros como la inserción de niñas, niños y adolescentes en actividades laborales que perjudican su desarrollo integral en el presente y en el futuro. 




A pesar que, actualmente,  las clases ya son presenciales, como lo señala INEGI, hay niñas, niños y adolescentes que ya no regresaron. Lo anterior, es más preocupante al no contar con datos actualizados sobre cuántas niñas, niños y adolescentes no están estudiando, adicional, a que México no cuenta con una estrategia o plan para la atención a la deserción escolar. 

El 28 de junio de 2022, la Secretaría de Educación Pública Federal, exhortó a las autoridades educativas de las 32 entidades del país, docentes, madres y padres de familia o tutores, y demás integrantes del sistema, a facilitar la reincorporación de los estudiantes al servicio educativo y a generar condiciones para prevenir y atender el abandono escolar para concluir ciclo escolar 2021-2022 e inicio del 2022-2023, pero sin brindar acciones claras. 

Añadido a lo anterio, el informe, Peso por Peso, La inversión de México en la niñez y adolescencia de World Vision México, mencioná que, para el 2023, casi el 80% del gasto destinado a la niñez se va a nómina de personal docente y estructura, lo cual no atiende problemáticas de raíz como violencia entre pares, deserción e inclusión escolar e incluso la prevención del trabajo infantil. 




Otro de los impactos con las clases a distancia, es la salud mental de las niñas, niños y sobre todo de las y los adolescentes, este último grupo de sector de alto riesgo a suicidios. De acuerdo a la ENSANUT, cada día una niña, niño o adolescente decide suicidarse (ENSANUT, 2020).  Hasta ahora no hay un programa o estrategia que permita vincular con la Secretaria de Educación, puesto que la escuela es un espacio importante de convivencia para niñas, niños y adolescentes. 

Pero esto no es todo, hay contextos, donde niñas, niños y adolescentes han estado en hogares que no son seguros, frente a riesgos de violencia emocional, física y sexual. En el año 2019 (antes de la pandemia), Alejandra Crail, en su reportaje dado a conocer en EMEEQUIS, denunciaba que; “en México, cada dos días muere un niño a manos de sus padres”. EMEEQUIS elaboró una base de datos de homicidios a partir de las actas de defunción que procesa el INEGI y pudo determinar que padres, madres y padrastros son los principales agresores. Alguna de estas tres figuras aparece como victimario en 8 de cada 10 de los homicidios de niños y niñas entre 0 y 14 años. 




Las y los docentes tienen un rol importante como parte de los primeros respondientes en la prevención,  detección e incluso reporte de todos estos casos que se han enlistado. Las y los docentes tienen retos enormes, adicionales a las acciones que tienen que emprender para nivelar el aprendizaje. Sin contar, los que vivieron durante la pandemia para brindar clases a distancia. 

Asegurar el derecho a la educación, no sólo debe basarse con el indicador de éxito en materia de becas o inauguración de escuelas (o las promesas de) consiste en el conjunto integral de elementos que lo componen, que va desde los contextos familiares, comunidades y de la misma escuela, así como de los pendientes en materia de planeación, presupuestación, coordinación e implementación de políticas públicas que hagan frente a estas problemáticas, donde aún necesitan verse con mayor detenimiento, porque en este artículo, no retomamos el contexto de las poblaciones migrantes, familias jornaleras agrícolas, indígenas, afromexicanas o con alguna diversidad de discapacidad. 




Particularmente, cada vez que, explayo en este tema, mi anhelo por un nuevo paradigma educativo se profundiza, y también se torna una exigencia pública, porque el derecho a la educación es una deuda con la niñez, adolescencia y juventud mexicana.

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