La elección más falsa de la historia: La ficción del 2024


Muchas veces he escuchado la frase de que “el PRI roba, pero deja robar” y esto sin duda sólo es muestra de la cultura política priísta sobre la que se cimentó México durante todo el Siglo XX y que en la actualidad sigue estando presente. En el tenor de la misma lógica electoral de la cultura política priísta, es bien sabido que cuando inicia la sucesión presidencial, el sexenio del Presidente en turno va en declive.


Y en oposición a lo que un Presidente busca, que es alargar su período lo más posible, Andrés Manuel López Obrador (Presidente de México actualmente) inició su sucesión de manera más que anticipada, creando el concepto de “corcholatas”, donde enunciaba a las personas con el mismo origen de su coalición electoral que pudieran sucederlo y así inició el uso del término, por este mismo mes, pero del 2021, evitando así debatir más sobre su fracaso en el gobierno.


Lo anterior dio pauta a que se le siguiera la huella a las personas nombradas por Andrés Manuel y mayor cobertura mediática, lo que en contraparte significó un achicamiento para las fuerzas electorales ajenas al proyecto oficialista que componen el MORENA, el PT y el PVEM. Esta disminución obligó a que las fuerzas políticas de oposición se dieran prisa y siguieran los pasos del oficialismo, para poder iniciar la búsqueda de la persona que será su candidato o candidata presidencial para las elecciones del 2024.

A lo largo de lo que llevamos de julio y parte de junio, hemos visto que las personas que buscan ocupar la candidatura presidencial de sus coaliciones electorales han iniciado recorridos, mítines, pagado publicidad y se han presentado en medios de comunicación para exponer sus proyectos e ideas rumbo al 2024.



Lo grave de lo anterior radica en que casi todos los partidos políticos del país han decidido transitar sus caminos por la senda de la violación a la ley electoral mexicana, siendo la única fuerza política electoral que no ha caminado esa senda (o no de manera tan explícita), Movimiento Ciudadano.
Debería preocuparnos que la flagrante violación a la ley se haya vuelto la cotidianidad y se cobije al amparo de un INE avasallado y un Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, superado por el momento histórico.


Todo lo descrito anteriormente, converge en un momento de constante descalificación a las instituciones del Estado Mexicano que les ha valido críticas profundas y sumamente duras, muchas con razón (la opulencia y despilfarro de sus recursos) y otras que caen en el ridículo (su legitimidad, no alineación a un Poder de la Unión, el sentido de sus resoluciones, etc.), pero que ha mermado en términos reales su autonomía y en ese ejercicio, han buscado cómo eludir su responsabilidad para garantizar el equilibrio de poderes.

En este momento vivimos en una vulgar y cínica simulación que me asusta, ya que, en un ejercicio pleno de posverdades, estamos en un proceso en el que se elige personas candidatas presidenciales, pero que no lo son, se hacen campañas que no lo son y se hacen propuestas que no lo son y que en el mejor de los casos se han nombrado (aludiendo a Marcelo Ebrard) “sueños”.



El escenario anterior plantea la obligación legislativa de revisar la norma y adecuarla a las necesidades que demanda la ciudadanía, en las que al parecer urge que se inicien las campañas mucho antes o por lo menos el contraste de proyectos. Ya que a pesar de que hemos tenido hasta en la sopa la discusión hacia el 2024, poco sabemos en términos concretos sobre los proyectos e ideas y hemos tornado el debate en temas frívolos y superfluos, en realidad se ha tratado de las personas, cuando no demerito ese elemento, pero sí señalo que no es el único y quizá tampoco el más importante.

Hoy día el proceso se nos ha ido de las manos, el TEPJF ha decidido ser permisivo y pidió al INE normar un poco más, para poder darle cause a la simulación que se está viviendo. Pero creo que deberíamos estar debatiendo de cara a una Reforma Electoral para las elecciones del 2027 que permita considerar mejor los tiempos y democratice los partidos políticos, que se han convertido en franquicias de liderazgos cupulares y no han cumplido con ser institutos de participación política que sirven como medio para que los ciudadanos formen parte de las estructuras de poder público en los cargos de elección popular, como lo señala la ley mexicana.




La forma más sencilla de democratizar los partidos es directamente proporcional a la participación de su militancia en la toma de decisiones y en la participación de sus órganos de control, ejecutivos y de decisión. La próxima ley electoral debe considerar que todas las dirigencias deban ser votadas por las personas afiliadas mediante voto directo, libre y secreto, así mismo las personas candidatas a cargos de elección popular y finalmente, pero quizá más importante, establecer filtros de afiliación, como conocimiento de sus estatutos, programa de acción y declaración de principios; también se debe entender al militante como corazón del partido y como algo muy honorable, obligando a la militancia a demostrar que están aportando algo a su instituto político o a la sociedad mexicana. Soy consciente que no es una opinión popular, pero es quizá un esbozo de la única forma de evitar otro episodio, tan vergonzoso como el que estamos viviendo, donde la posverdad predomina y eso se traduce en una burla para el pueblo de México.


Creo con sinceridad que la construcción de instituciones es lenta y difícil, pero no podemos rehusarnos a dar esa decisión, ya que eso permitirá construir partidos políticos más probos y honorables, consecuentemente, generando gobiernos dignos de lo que México demanda en este momento histórico.


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